Dos conceptos de Barroco musical en la segunda mitad del siglo XVII: España e Inglaterra
Coro de la Sociedad Musical de Sevilla
Director Israel Sánchez López
13 de junio de 2010 · Sala Joaquín Turina · Centro cultural Cajasol (Sevilla)
20 de junio de 2010 · Iglesia de Santa María de la Paz, Hermandad de la Mortaja (Sevilla)
21 de junio de 2010 · Iglesia de San Alberto Magno (Sevilla)
Colaboran: Trompeta I · Diego Molina Cascales. Trompeta II · Alberto Merino Pineda. Trombón I · Francisco Espejo Vázquez . Trombón II · Andrés Ferreiro García. Timbales · María Elena Guerrero García.
I
Tres motetes de Alonso Xuárez
Transeunte Domino (antífona)
Exiit qui seminat (motete)
Ite et vos (antífona)
Stabat Mater de Gabriel de Villarreal
Tres motetes de Diego José de Salazar
Gaude Maria Virgo (motete a la Encarnación)
In ferventis olei (motete a San Juan)
Factum est praelium (motete al arcángel San Miguel)
II
Música para los Funerales de la Reina Mary de Henry Purcell AUDIO
Notas al Programa
Israel Sánchez López
Conservatorio Superior de Música de Sevilla
En el concierto de hoy, titulado «Dos conceptos de Barroco musical en la segunda mitad del siglo XVII: España e Inglaterra» presentamos el reflejo de dos naciones radicalmente distintas a través de sus lenguajes musicales, ofreciendo al público la posibilidad real de tener una idea exacta de cómo éramos hace trescientos años, musicalmente hablando.
Durante el siglo XVII, el estado español fue perdiendo parte de su poder. Sevilla, una de las ciudades más pobladas del continente en la segunda mitad del s. XVI, sostén económico del imperio y bisagra entre la península y América, sufrió especialmente los azotes del tormentoso s. XVII. Pero, a pesar de todas estas adversidades, la opulencia de la ciudad siguió manifestándose tanto en sus fiestas civiles como en las religiosas. Este ambiente es el que presentamos hoy en el ámbito exclusivo de la música religiosa.
El programa en su primera parte, muestra la particular manera española de comprender y expresar la exuberancia barroca mediante la música, utilizando para ello la combinación y generación de variadísimos efectos entre dos masas corales opuestas, todo, a su vez, circunscrito a las características de nuestro país, en el que el seguimiento a los dictámenes eclesiásticos (especialmente los del Concilio de Trento) siempre fue mucho más acentuado que en otros lugares; el himno “Stabat Mater” es ejemplo claro de ese continuismo. En España no se produjo un choque radical entre dos puntos distintos de vista a la hora de componer, como ocurrió en Italia con la figura de Claudio Monteverdi, abanderado de una nueva manera de hacer música radicalmente distinta denominada por él mismo “seconda prattica” y planteada ya desde el inicio del siglo XVII, en la que una nueva máxima gobernaría, con mayor rotundidad aún, los criterios estéticos compositivos a lo largo de los próximos siglos: la música no gobierna sobre el texto, sino que es el texto el que determina cómo debe ser la música.
Para ello disfrutamos del minucioso trabajo de transcripción que dos amigos y compañeros, profesores del Conservatorio Superior de Música de Sevilla: Juan Mª Suárez Martos y Rafael J. Luque Vela han tenido a bien confiarnos, el primero con sus transcripciones de la música polifónica, tanto de las obras policorales de Alonso Xuárez (maestro de capilla de la Catedral de Sevilla entre 1657 y 1684) y Diego José de Salazar (maestro de capilla de la Catedral entre 1685 y 1709) como de los versos número tres, cinco, siete y nueve del himno Stabat Mater de Gabriel de Villareal (maestro de Seises de la Catedral de Sevilla entre 1666 y 1684) y el segundo, completando este himno con la localización de la melodía de canto llano que actúa como punto de partida del mismo y que podrán escuchar en los versos uno, dos, cuatro, seis y ocho de la misma obra.
Un paisaje muy distinto es el que encontramos en Inglaterra, donde la restauración de la monarquía tiene la suerte de coincidir con el nacimiento de una de las principales figuras musicales de todos los tiempos y, quizás, el mejor compositor inglés: Henry Purcell, que también será maestro de capilla, maestro de coro de niños y organista de la Abadía de Westminster, igual que los anteriores autores lo fueron en Sevilla.
Purcell, un auténtico dominador de las artes de la “seconda prattica” y de la potenciación de la significación de un texto mediante la adición de infinidad de figuras retóricas musicales se le presenta la siguiente situación así descrita por Robert King:
“… Pero la alegría muy pronto se convirtió en pesar. Por todo Londres se extendía la viruela. María, la reina, también enfermó […]. El 21 de diciembre de 1564 se despertó sintiéndose mal y se dio cuenta de que eran los primeros síntomas de la enfermedad […]. En navidades María comenzó a empeorar, y los doctores prescribieron todos los tratamientos a su alcance: bebidas, pócimas, sangrías y la aplicación de hierros candentes en las sienes. Todos sus esfuerzos fueron vanos y el 28 de diciembre, de madrugada, la reina falleció.
[…] Después de muchos retrasos motivados por la epidemia y el frío, por fin, el 5 de marzo de 1695 se celebró la solemne procesión por las calles. Según Narcissus Luttrell el cortejo estaba encabezado por trescientas ancianas vestidas de luto, cada una de las cuales era ayudada por un muchacho. La ceremonia “fue de una gran solemnidad, y cerraron sus puertas todas las tiendas de la ciudad”. Según los cálculos de John Evelyn costó alrededor de 100.000 libras, y enormemente conmovido escribió “aunque el funeral de la Reina hubiera sido infinitamente más caro, el dolor no podría haber sido más universal; todos los miembros del Parlamento recibieron capas, al igual que trescientos pobres, y en todas las calles colgaban los crespones negros. Asistieron toda la nobleza, el alcalde y los ancianos, jueces, etc.” También estuvieron presentes los trompetistas y percusionistas reales junto con, según los documentos oficiales, “los miembros de la Capilla y de la sacristía… y los niños de la Capilla”. Al ser el principal compositor del momento, además de organista de la Abadía de Westminster, Henry Purcell recibió el encargo de componer la música de los momentos más solemnes del oficio.
Purcell escribió una marcha y una canzona instrumentales además de varios números corales que toman sus textos de las “Funeral Sentences” [“Sentencias Fúnebres”] que aparecen en el Libro de oraciones [Common Book of Prayer] y que con facilidad encierran muchos de los momentos más sublimes de la literatura vocal de este autor.
Israel Sánchez López