Un barril de canciones

Coro de la Sociedad Musical de Sevilla
Francisco Pérez, Rapsoda

Director Alfred Cañamero

Conciertos

11 de junio de 2006
Sala Joaquín Turina, Fundación El Monte

Coro de la Sociedad Musical de Sevilla
Francisco Pérez, Rapsoda
Alfred Cañamero, Director

Programa

Dando la Bienvenida
Nga I wie (Tradicional de Nueva Zelanda. Arm. Alfred Cañamero)

A la naturaleza que todo nos lo da
Greensleeves (Tradicional inglesa. Arm. John Byrt)
Szakura (Tradicional japonesa)
Shenandoah (Tradicional americana. Arm. James Erb)    VIDEO  

Al juego y al baile
Sur le pont d’Avignon (Tradicional francesa. Arm. Heinz Lau)
Dubing, dubang, dubong (Leonard Bernstein)
Bullerengue (Tradicional colombiana. Arm. José A. Rincón)

Al amor
Ninna-nanna (Tradicional de Trentino. Arm. Sandro Benelli)
Amor mariner (Manuel Oltra)
Caramba (Otilio Galíndez. Arm. Alberto Grau)    AUDIO  
Only you (Flying Pickets. Arm. Daniel Mestre)

A los sueños y recuerdos
Moon river (Henri Mancini. Arm. Alain Langrée)
Over the Rainbow (Harold Arlen)
En mi viejo San Juan (Bolero puertorriqueño. Noél Estrada. Arm. Angel Mattos)

A todos los credos
Ride the Chariot (Negro Spiritual. Arm. Henry Smit)
Si San Pedro se muriera (Alberto Grau. Arm. Alfred Cañamero)
Festejos de Navidad (Herbert Bittrich)


Las canciones de este concierto se interpretaron sobre un hilo argumental basado en un cuento escrito por Estrella Oporto.

El cuento “UN BARRIL DE CANCIONES”

Mi primer recuerdo fue al nacer. Las olas me traían confundidos con la melodía de su vaiven, cánticos que despedían alegremente un barco. Mientras, mi madre sonreía acunándome en sus brazos.
Nga i wie

Mi padre se iba; se tenía que marchar, pero volvería, quizás pronto nos llevaría con él. Recuerdo como el viento balanceaba las copas de las palmeras, mientras mi madre seguía meciéndome al dulce ritmo de los improvisados sonajeros de dátiles.
Greensleeves

El barco se perdió en el horizonte. Era como si una gran ola invisible se lo hubiera tragado. Entonces, mi madre se volvió y una risa limpia y luminosa llenó su cara. Tenía vida; tenía vida entre sus brazos. Me lodio todo: El nítido azul del cielo, el recurrente rumor del mar, el verde limpio de las copas de los árboles, el fresco rocío de la mañana y las perfumadas flores de los cerezos.
Szakura

Pasaron los días… y los años, hasta que una mañana partió de nuevo el barco, esta vez llevándome a bordo. Ya no era ese niño que miraba el mundo desde los consoladores brazos de su madre; me había convertido en un joven fuerte y atrevido dispuesto a la búsqueda de la razón, a la búsqueda de un nuevo camino. Mi padre, presumía orgulloso ante sus camaradas mientras pasaba su brazo sobre mis hombros y repetía: Éste es mi chico; éste es mi chico
Dubing dubang

Embriagado por aquella nueva vida, y mientras un nuevo mundo se iba desplegando ante mis asombrados ojos, se me fueron borrando poco a poco de mi memoria, aquellos recuerdos de infancia. El rostro amoroso de mi madre; el alma de aquellas primeras canciones; los colores y olores de mi isla. Era como si el barco y el mar se hubieran convertido para mí en la única realidad
Bullerengue

Un día, sorprendí a mi padre mirando el retrato de la que me pareció la mujer más hermosa. Era mi madre; y vi como sus ojos se llenaban de lágrimas. Nunca; nunca como entonces sentí su pérdida.
Amor mariner

Todo se había borrado de mi mente. Mi rostro, había adquirido una extraña dureza; y mi voz, había perdido el dulce tono infantil; pero mi padre, mi padre recordaba por los dos.
En mi viejo San Juan

Fue cuando desembarcamos, en un pueblo en fiestas. El sol brillaba en los rostros felices de los bailarines, que daban vueltas y vueltas en la plaza, invitándonos a su baile; sonriéndonos, animándonos. Una graciosa muchacha, se soltó de la cadena para coger mi mano, y de pronto me encontré inmerso en el vértigo de la fiesta.
Sur le pont d’Avignon

Recorrimos las calles que daban a la plaza, riendo y gritando; bailando y saltando. Poco a poco, el bullicio se fue apagando, como el graznido de gaviotas que se alejan, y nos encontramos solos. Agotados, pero a la vez embriagados en el espíritu; bebiendo y hablando de cosas sin más sentido que el de vencer al silencio. El tiempo transcurría como llevado por una ligera brisa; los ecos del canto, se fueron apagando igual que el resplandor de las hogueras, y el leve rumor de los besos. Cuando de nuevo abrí los ojos, descubrí una nueva y extraña soledad: Ella no estaba. La llamé; la busqué… pero se había ido; y ahora, el vacío recorría mi alma.
Only you

O Shenandoah

De vuelta al barco, me encontré con mi padre. Por primera vez, me di cuenta que su pelo se había vuelto gris. Ya no era negro como lo recordaba de aquella mañana en que desembarcó en la isla, para llevarme con él. En los días que siguieron, noté que había cambiado. Ya no cantaba aquellas canciones alegres de marineros, que en otro tiempo me había hecho aprender a bailar a saltos en la cubierta. Ahora, fijaba la vista en el horizonte; me hablaba de su pasado, o cantaba melancólicas baladas, llenas de nombres lejanos. Todo lo había tenido, y todo lo había perdido; para él, ya no había ningún lugar al que volver… ningún lugar al que volver. Comprendí aquella verdad como el mar te enseña siempre sus reglas. Sin embargo, aún me tenía a mí. Intenté llenar su corazón con todo el cariño del que fui capaz. Al final aprendí que no era bueno estar siempre lejos de todas partes.
Ride the Chariot

Tras la muerte de mi padre, decidí desembarcar en el primer puerto que tocamos. Los tripulantes del barco, se despidieron de mí con pena; pues tantos años juntos, habían dejado rastro en sus vidas. Aún era joven; podía tener una vida menos sola y pesada; más estable; tal vez más feliz. La ciudad se veía bulliciosa y animada como las que había visitado en mis viajes y nada me preocupaba ni me importaba
Si San Pedro se muriera

Busqué trabajo; y en su rutina, ocupé horas y mente. El silencio dejó de pesarme como una losa; ya no necesitaba oír el eco de mi voz. Aprendí a disfrutar de las horas, como el barco aprende a dejarse llevar por el viento. Y fue entonces… fue entonces cuando conocí el amor
Caramba

Cuando estaba con ella, mi espíritu bailaba dentro de mí; cuando no, mi alma, como una nave mal gobernada, se iba a la deriva. Aprendí a hablarle, a escucharla. Aprendí los silencios. Aprendí las pausas del pulso, como mueren las olas en la playa. Aprendí a no escucharme tanto a mí mismo. Existía realmente un lugar para mí; y como fruto, la más preciosa niña.
Over the Rainbow

Cuando la vi por primera vez, pude recordar. A través de sus ojos, reconocí el color, el olor, el sonido, el tacto de la “vida”. Cuando mi mujer, dulcemente la dormía con una nana, recordé con todo detalle el rostro de mi madre y el sabor de mis lágrimas de huérfano.
Ninna nanna

Había recuperado de nuevo todo lo que un día perdí. Mi memoria, ya no era un libro en blanco; mis manos, ya no estaban vacías. Por fin, había dejado atrás caminos sin salida y la soledad de mi alma
Moon river

Rebusqué en mi vieja bolsa se marinero, y encontré las huellas de mis viajes. Era ahora cuando podía contarlas a mis amigos junto a la hoguera; unirme a sus bailes, a sus trabajos, y enseñarles así lo mucho que había aprendido; pero sobre todo, convertirlo todo en palabras y que su secreta armonía, como si fuera un árbol de navidad, se convirtiera en el tesoro que podía dejar a mis seres queridos.
Festejos de Navidad

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