CONCIERTOS CONMEMORATIVOS DEL V CENTENARIO DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA
Orquesta Barroca de Sevilla
Coro de la Sociedad Musical de Sevilla (Director: Alfred Cañamero)
Dirección Monica Huggett
Conciertos
20, 21 y 22 de mayo de 2005
Iglesia de La Anunciación
Auditorio de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales
Programa
C. Baguer (1768-1808)
Sinfonía-Obertura de “El regreso del hijo pródigo”
Andante-Allegro
W.A. Mozart (1756-1791)
“Misericordias Domini” KV 222 (205ª) para Coro a 4 voces mixtas, cuerdas y continuo VIDEO
F.J. Moreno (1748-1836)
Sinfonía en Re Mayor a grand’orchestra, titolata “Le due opposti caratteri Superbia ed Umiltá”
Introduzione: Maestoso Allegro
C. Ordóñez (1734-1786)
Sinfonía en Sol Menor Brown Gm8
Allegro Andante Allegro
Franz Joseph Haydn (1732-1809)
Sinfonía en Mi menor Hob.I: 44 “Trauer”
Allegro con brio Menuetto Adagio Finale: Presto
Notas al Programa
Mª Isabel Osuna Lucena
Universidad de Sevilla
“Vivimos en este mundo para aprender siempre industriosamente, y por medio de los razonamientos iluminarnos unos a otros, y esforzarnos por hacer avanzar siempre las ciencias y las bellas artes”
-W. A. Mozart
El Clasicismo musical os ideales de las artes y las letras cambian con las etapas de la civilización: en la Antigüedad era la Belleza; en la Edad Media la Bondad; en el período del Humanismo renacentista la Sabiduría, que desemboca en la búsqueda de la Verdad de etapa de la Ilustración.
Pero la veneración de la Verdad se derrumbó al comprobarse que son muchas las “verdades” determinadas por los distintos ángulos desde donde se miran y el racionalismo había descubierto que la Bondad podía contener intereses velados.
En el siglo XVIII se vuelve, pues, a la búsqueda del ideal de lo bello de la Antigüedad clásica, en definitiva se vuelve a la búsqueda del equilibrio y de una norma que facilitase una unidad de comprensión y por lo tanto una apreciación de la existencia más uniforme y asequible a un mayor número de per-sonas. Esto es el Clasicismo del siglo XVIII, que en la música tendrá plena efectividad hacia la segunda mitad del siglo.
Dos son los aspectos fundamentales en la naturaleza de la música “clásica”: una es la exaltación de la simetría que conduce a un fraseo musical identificado con la sucesión de compases similares. Y otro es una estructura rítmica muy variada donde los distintos ritmos no se contrastan ni se superponen, sino que fluyen y se intercambian con suma facilidad y lógica, tal como indica el musicólogo Charles Rosen.
En definitiva lo que caracteriza al estilo clásico es la nitidez de modelo audible y simétrico que se refleja, no sólo en la estructura total, sino también en el aspecto más inferior del detalle.
Se abandona el insistente uso “del bajo continuo” del Barroco y surge una concepción melódica más flexible, persiguiendo una dramatización explícita por medio de los desarrollos y variaciones tonales, fruto de un ingenio puramente musical sin recurrir a consideraciones extramusicales.
Después, con el Romanticismo, el sentimiento se engulle al ingenio.
La Sinfonía
Inicialmente, durante la etapa del Barroco (siglo XVII y primera mitad del XVIII), la Sinfonía-Obertura era la introducción instrumental de una obra teatral. Sin embargo a medida que se va estabilizando el estilo clásico la “forma sonata” constituye el punto de referencia de casi toda la música instrumental. Por lo tanto se puede decir que la Sinfonía es una sonata llevada a la Orquesta, ahora bien, recordemos qué es una sonata.
Los preceptos clásicos expuestos por los poetas y músicos aspiraban a la unidad en la libertad y el orden, una disciplina impuesta por el hombre a sí mismo. No querían anular lo individual en lo universal; aspiraban a coordinar ambos y lo que lograron fue el milagro de un individualismo universalizado.
En la Música esta síntesis se presentó como forma a la manera de un patrón abstracto cuyas partes pudieran segregarse y llenarse de nuevo contenido. Esto es lo que conocemos como “forma sonata”, es decir un esquema cerrado articulado en tres partes: Exposición-Desarrollo-Reexposición y el añadido de la Coda Final. Un esquema en el que los temas con sus variantes son presentados mediante un juego de tensión y distensión en el marco de unas tonalidades que constituyen la esencia de la composición.
Pero la forma, que en el primer clasicismo era estática y estaba sujeta a normas restrictivas, evoluciona en la etapa final del estilo hacia un formalismo dinámico y funcional, etapa en la que se sitúa el programa de este concierto.
Carlos Baguer (1768-1808)
Nació en Barcelona, donde transcurrió toda su vida y desem-peñó el cargo de Maestro organista de la Catedral desde 1789, cuando sucede a su tío Francisco Mariner, hasta su muerte en 1808. Compuso numerosas obras vinculadas en su mayoría a su puesto eclesiástico y gozó de merecida fama, aunque no logró editar ninguna de ellas, conservándose manuscritas en diversos archivos españoles. Recientemente, a partir de las 22 investigaciones de la musicóloga Maria Ester Sala, que realizó la edición crítica de las “Siete Sonatas”, se están recuperando algunos ejemplos de su producción para el repertorio especializado.
Además de la música organística, cultivó otros géneros como el Oratorio, entre los que hay que destacar el titulado “El regreso del hijo pródigo” cuya Sinfonía-Obertura inicia la música programada para esta ocasión.
Como apuntábamos anteriormente, esta primera acepción “Sinfonía-Obertura”, como parte inicial de una obra dramática, es el germen del futuro desarrollo de la forma sinfónica.
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
Nacido en Sazburgo, que era un rincón de Italia en tierras de Alemania, ha sido tal vez el único niño prodigio cuyos continuos viajes por diferentes países con los consiguientes contactos artísticos, no sólo no le mermaron su innato gusto y originalidad, sino que, por el contrario los supo conjugar en una personalísima y enriquecedora síntesis con la que encarna una de las indiscutibles cimas de la historia de la Música occidental.
En 1769 realizó una amplia gira por Italia y conoció en Bolonia al padre franciscano G. B. Martini, de quien aprendió la técnica del contrapunto y la fuga. Éste, maestro de Juan Christian Bach entre otros muchos, era Maestro de capilla de la Iglesia de los franciscanos. Historiador, compositor, erudito, teórico notable y eminente pedagogo, había convertido a Bolonia en un centro internacional de irradiación del estilo italiano, donde acudían los compositores en busca de consejo e orientación.
A continuación transcribimos un fragmento de la carta que le escribió Mozart en la que comenta las circunstancias que rodean la composición de este Ofertorio que tituló “Misericordias Domini” y en la que se nos muestra como un hombre de su tiempo, fiel a los principios renovadores de fraternidad que impregnaban el espíritu de la intelectualidad europea.
Carta de Mozart al Padre Giovanni Battista Martini, Bolonia.
“Muy Rvdo Padre Maestro, Señor mío Estimadísmo: La Veneración, la Estima y el Respeto que profeso hacia su dignísima Persona me induce a molestarlo con la presente y a mandarle una débil Pieza de mi Música, sometiéndola a su juicio magistral. El año pasado en Carnaval escribí una ópera cómica «La Jardinera fingida» en Munich de Baviera. Pocos días antes de partir de allí S.A. el Elector deseó escuchar alguna Música mía en contrapunto: por eso me vi obligado a escribir ese Motete aprisa a fin de dar tiempo a copiar la Partitura para Su Alteza, y a sacar las Partes para poder presentarla el Domingo siguiente en Misa mayor en el momento de Ofertorio. ¡Queridíssmo y Estimadíssimo SR. P. Maestro! Le ruego ardientemente que me diga con franqueza, y sin reservas, su parecer. Vivimos en este mundo para aprender siempre industriosamente, y por medio de los razonamientos iluminarnos unos a otros, y esforzarnos por hacer avanzar siempre las ciencias y las bellas artes! […]
Salzburgo, 4 de septiembre de 1776.
Esta “débil Pieza”, calificada con gran modestia por el propio Mozart es en realidad uno de los numerosos ejemplos con los que el compositor demostraba su excepcional capacidad para condensar el devenir musical de su época. Este Ofertorio concebido en el marco de una textura contrapuntística barroca desarrolla magistralmente el complejo arte de las modulaciones tonales, estableciendo plenamente el sentido dramático propio del clasicismo musical.
Francisco Javier Moreno (1748-1836)
Éste es un compositor prácticamente desconocido, del que sólo podemos apuntar que nació en Madrid en 1748 y murió en Bordeaux en 1836, lo que añade interés a la programación de esta «Sinfonía B en Re Mayor”, conservada en el Archivo General del Palacio Real de Madrid.
Según Teresa Cascudo, «fue seguramente compuesta para un concurso de tonadillas convocado en 1791, que deberían imitar la naturaleza y el conflicto entre dos caracteres opuestos; de ahí la alternancia entre secciones melódicas/temáticas y tuttis orquestales».
Carlos Ordoñez (1734-1786)
Hijo de padres españoles, nace y muere en Viena, donde transcurre toda su vida.
Fue buen violinista además de compositor de música de cámara y de música teatral. Trabajó en la capilla imperial y en la orquesta Tonkünster Societät, que frecuentemente interpretaba sus obras, como indica A. Martín Moreno a partir de los estudios de A. Ruiz Tarazona.
Su obra supone una importante contribución a la “escuela” de Viena y se conserva en los principales archivos y bibliotecas de Europa. La calidad de su escritura lo demuestra el hecho de haberse atribuido a Haydn alguna de sus creaciones, por lo que actualmente se está revisando su producción.
Franz Joseph Haydn (1732-1809)
Hijo de padres alemanes, nace en Rohrau, en la Baja Austria. Su vida y su extensa obra constituyen un magnífico ejemplo de adaptación y superación cimentada en una escalonada carrera de continuados esfuerzos bajo unos firmes ideales de bondad y generosidad.
La Sinfonía nº 44 en mi menor tiene el título de «Fúnebre» pertenece a las sinfonías del período medio, a la etapa entre 1768 y 1772, coincidiendo con la crisis del Sturm und Drang, etapa en la que Haydn alcanzó un progreso de tal envergadura que hace difícil comprender una evolución tan rica en tan escaso espacio de tiempo.
En Alemania, el excesivo racionalismo de la ilustración entra en crisis hacia 1770 y surge un movimiento revolucionario, que hoy calificamos de prerromántico y que se extiende rápidamente por toda Europa. Esta corriente intelectual toma el nombre la obra teatral de M. Klinger «Sturm und drang» (tormenta e impulso) y preconiza la vuelta a la religión, al instinto, a la intuición y a la imaginación. Renace, pues el ideal clásico de «Humanitas» como equilibrio armónico entre intelecto y sentimientos.
Con este trasfondo estético, Haydn emplea en esta obra un nuevo lenguaje orquestal en el que los instrumentos toman parte como entes individuales en el desarrollo de la idea sinfónica, mostrando un estilo dramático intensamente emotivo, lleno de energía, tenso y nervioso, pero sin vestigio de sentimentalismo.
Aquí los últimos rasgos que delatan el origen operístico de esta forma de expresión musical desaparecen, o más bien, se disuelven y convierten en un puro estilo instrumental de notable vitalidad.
Haydn expresó su voluntad de que el tiempo de “adagio” de dicha obra, que lo toca la cuerda en sordina, se interpretara en su propio funeral.